Defender el entusiasmo

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Será imposible reconstruir a Venezuela sin antes reconstruir su autoestima. El trabajo de Branding que nos tocará emprender, es tan titánico y delicado como educar a un niño: Si de plano pasas todo el tiempo diciéndole a ese niño «eres un perdedor» «eres un fracasado» «solo traes problemas y más problemas» «eres un bueno para nada» «no sabes hacer nada» «no sirves para nada», ¿cuál crees que sea la convicción que tendrá ese niño sobre sí mismo? ¡Lo mismo con el país!

Venezuela ha caído en una espiral de resentimientos que parece no tener fin: Exclusión que engendró soberbia, soberbia que engendró controles draconianos, altos precios petroleros que engendraron afán de riqueza fácil, afán de riqueza fácil que engendró delincuencia y corrupción, delincuencia que engendró inseguridad, corrupción que engendró negligencia, negligencia que engendra colapso en los servicios, controles draconianos y colapso en los servicios que engendran improductividad, improductividad que agravada con bajos precios petroleros engendra escasez y especulación que engendra inflación, escasez e inflación que engendran hambre, hambre que engendra exclusión…

Unos resentimientos han creado otros, esos otros crean nuevos, así hasta que el «ojo por ojo» nos deje ciegos, como dijo Gandhi. Peor todavía es que, no conformes con el bullying al que los cálculos perversos del poder nos ha sometido, nuestros mismos resentimientos nos sometan al peligrosísimo bullying del autosaboteo. El no poder (o creer que no podemos) cambiar la actual situación, nos hace dejarle todo a las circunstancias, creyendo que mientras peor se pongan (o luzcan) TODAS las cosas, el poder perverso caerá solito.

Ahora la nueva víctima del autobullying colectivo es Sumito Estévez, solo por tuitear que «Margarita está más bella que nunca», condenando el empeño de algunos por condenar a la isla al desahucio definitivo. Este incidente que a él lo posicionó en los trending topics, y que a mí me ha motivado a escribir este artículo, evidencia que como país tenemos muchísimas cosas por revisar y sanar. Cada día más, cada día más profundas.

No conozco la isla de Margarita (a mis 31 años aún ni la he pisado por primera vez). Tampoco soy amigo personal de Sumito Estévez, y él tampoco sabe de mi existencia. Mi objetivo no es defender ni a Margarita ni a Sumito. Tampoco se trata de negar las calamidades porque aquí están, abofeteándonos segundo a segundo. Más bien es justo lo contrario, las calamidades niegan a mi país. No existe tal «antivenezolanidad», ni existe el «buen ciudadano» o el «mal ciudadano». En esto sí soy ultraradical: O eres ciudadano o no lo eres. Lo que es malo no es venezolano. Punto.

Mi causa es defender el espíritu, el alma, la esencia de Venezuela, la verdadera Venezuela. ¡La única Venezuela! Venezuela son esas chamas Sub-17 que la van a partir en Jordania, y esas chamas Sub-20 que la van a partir en Papúa Nueva Guinea. Venezuela es Yulimar Rojas que la partió en Portland. Venezuela es Alan Matheus, el carajito que la partió frente a Ricky Martin, Laura Pausini y Alejandro Sanz en el programa La Banda. Venezuela es Sumito Estévez partiéndola en un fogón margariteño, e Ivette Franchi partiéndola en un fogón zuliano. Venezuela es Rafael Reif partiéndola como Rector del MIT. Venezuela es Evelyn Miralles partiéndola en el laboratorio de realidad virtual de la NASA. Venezuela es un chamo maracucho llamado Anthony Frassino que la está partiendo con una visión nada utópica de lo que será Latinoamérica dentro de 20 años. Venezuela es ese verguero de community managers que la parten atreviéndose con iniciativas disruptivas y así dándole clases de marketing 2.0 a los argentinos, colombianos, panameños y ecuatorianos. Venezuela es Verónica Ruiz del Vizo que la va a partir en Harvard. Venezuela es mi libro Date a Valer que la va a partir en el planeta entero.

Igual de criminal que el bullying que nos hace el gobierno con sus acciones, es el que nos hacen los amargados (desde todos los bandos políticos) con sus palabras. De Sumito rescato el criterio de que será imposible reconstruir a Venezuela sin antes reconstruir su autoestima. El trabajo de Branding que nos tocará emprender una vez hayamos defenestrado al enemigo, es tan titánico y delicado como educar a un niño: Si de plano pasas todo el tiempo diciéndole a ese niño «eres un perdedor» «eres un fracasado» «solo traes problemas y más problemas» «eres un bueno para nada» «no sabes hacer nada» «no sirves para nada», ¿cuál crees que sea la convicción que tendrá ese niño sobre sí mismo? ¡Lo mismo con el país!

Por eso no solo repetiré hasta el cansancio como Sumito «Margarita está más bella que nunca», sino que gritaré millones de veces hasta el delirio «VENEZUELA ESTÁ MÁS BELLA QUE NUNCA». A mi país no lo van a desahuciar. A mi país no lo vamos a desahuciar. No lo vamos a terminar de hundir en el sórdido hoyo de la inconsciencia. Tenemos que ser exactamente lo opuesto del enemigo: Si quiere derrotarnos con vagancia, tenemos que derrotarlo con Trabajo. Si quiere derrotarnos con odio o indolencia, tenemos que derrotarlo con Amor. Si quiere derrotarnos con derrotismo, tenemos que derrotarlo con Entusiasmo. Nuestra más efectiva rebeldía es ser todo lo que el enemigo detesta que seamos.

Venezuela es un país inteligente, Venezuela es un país capaz, Venezuela es un país audaz, Venezuela es un país brillante, Venezuela es un país triunfador, Venezuela es una potencia que el mundo va a tener que respetar. Se lo diré hasta que se lo crea y hasta que por fin se dé a Valer.

Nota de: Manuel Jirado ( proyecto «Date a Valer»)

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